Así como hoy
muchas industrias alimenticias o químicas buscan un certificado de alguna
universidad que avale o asegure a sus clientes que el producto que ellos producen
posee las propiedades publicitadas, Martin Harris viajó a Nueva York para
lograr un certificado del Dr. Charles Ansthon que diera validez al público
sobre la traducción hecha por José Smith sobre el Libro de Mormón[1].
José estuvo de
acuerdo en que Martin Harris hiciera ese viaje y copió alguno de los caracteres
del Libro de Mormón con su correspondiente traducción, los cuales Martín Harris
presentó al profesor Anthon para que comprobara que la traducción era correcta.
El relato está en JSH 1:64-65; en el cual se destaca el cumplimiento de la
profecía por parte de dicho profesor al mencionar que él no podía leer un libro
sellado[2].
Martín Harris
volvió sin el certificado esperado por causa de que quien lo emitió
posteriormente lo rompió para no ver su nombre certificando un evento que
incluía la ministración de ángeles en esa época.
El profesor
Anthon posteriormente hizo afirmaciones desmintiendo estos hechos, sin embargo
la veracidad de los mismos se ve reflejada en la actitud posterior de Martin Harris
quien dio importante apoyo a José Smith e hipotecó sus propiedades para tener
los recursos para la impresión y publicación del Libro de Mormón, si hubiese
tenido dudas no hubiese gastado tanto dinero en lago que no tenía certeza de su
veracidad.
Lo importante
de todo este acontecimiento son dos cosas, la primera es el cumplimiento de la
profecía, y segundo el apoyo y conversión de Martin Harris a la causa del
establecimiento de la Iglesia. Para él fue muy difícil apoyar a José durante su
traducción por motivo de su esposa venenosa que permanentemente asediaba a los Smith
buscando las planchas y hostigando, hasta que finalmente ella fue la
responsable de la pérdida de las 116 páginas traducidas del Libro de Lehi en el
Libro de Mormón. Nunca quiso admitir qué finalmente ocurrió con las páginas,
ella decía que las había quemado, pero el Señor reveló el motivo de su pérdida[3].
Diga lo que
diga el profesor Ansthon, la actitud de Martin Harris no dependía de los que el
admitiera más adelante, pues Harris logró un convencimiento de que la
traducción era hecha por el don y poder de Dios. Ansthon era profesor del
Columbia College, que más adelante llegó a ser la Universidad de Columbia, pero
era profesor de Latín y Griego, lenguas muertas de Europa. Debido a que su
carrera él era un lingüista pudo conocer algo de la escritura que le llevaba
Martin Harris. Ansthon hace dos declaraciones sobre ellas: primero, que ellos eran
caracteres genuinos egipcios, caldeos, asirios y árabes; y segundo, que la
traducción era exacta. Sobre la primera observación es posible que él
reconociera tales caracteres, pero no por seguro; los caracteres deben haber
sido una mezcla de demótico con hierático y deformados de alguna forma por los
nefitas después de tantos años. Pero la segunda declaración es más asombrosa,
en la que dice que la traducción era exacta. Sorprende cómo llegó a tal
conclusión. Él no hizo ningún libro ni publicación sobre escritura egipcia, sí
era una autoridad en latín y griego, pero su orgullo le llevó a no ser honesto
en admitir que no conocía su traducción. Hace muy pocos años Champolión había
publicado su diccionario egipcio, y haber traducido un texto debía llevar horas
y no sólo con mirarlo llegar a concluir que la traducción era exacta. Ansthon
consideró dos posibilidades ante la consulta de Harris, si le decía que la
traducción no era exacta él debía proponerle otra traducción, pero no tenía los
medios intelectuales para hacerla; y la otra alternativa, que era más
económica, era admitir que la traducción era muy buena, lo cual no le
requeriría ningún esfuerzo ni costo, pero no era una alternativa decir que no
sabía si la traducción era correcta, su orgullo le impidió considerar tal
alternativa. Pensó que pudiese ser un motivo de desprestigio. A Martin Harris
le bastaba con saber que los caracteres eran auténticos, porque el muchacho de
campo que él conocía no podía haberlos inventado ni tenía educación para
escribirlos.
Finalmente
Harris volvió contento con o sin certificado, porque él ya lo sabía, le hubiera
gustado tener el certificado para restregárselo a su esposa, pero lo importante
es que en esa época él lo supiera por su rol en apoyar a José en sacar a luz el
Libro de Mormón. Pese a su alejamiento posterior, él volvió a la Iglesia,
inclusive viajó y murió en Utah en 1875, cercano al círculo mormón que le debe
su gratitud.
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