Por Andrew Skinner
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Entre los más valiosos registros que el Señor prometió que serían restaurados en los últimos días (ver 1 Ne. 13:39: D&C 9:2), el libro de Abraham, recibido por medio del profeta José Smith, es una joya única e invalorable entre nuestros tesoro de escritura revelada.
En verdad es un libro admirable, un verdadero registro antiguo que de inmediato nos lleva en el pasado a un lugar y tiempo específicos en el Cercano Oriente, y a la vez abre ante nosotros la vasta expansión del universo físico. Es tan dinámico que nos puede revelar los orígenes histórico -culturales de la antigua civilización egipcia. (Ver Abr. 1:21-28), y al mismo tiempo, al terminar una frase, nos enseña profundas verdades sobre la eternidad. El gran poder del libro es algunas veces pasado por alto debido precisamente a que ofrece muchas pistas sobre temas que pueden parecer misteriosos o prohibidos: Egipto y el Universo. Pero el libro de Abraham es un poderoso texto centrado en Cristo que tiene como temas principales la naturaleza eterna del Convenio de Abraham, la preeminencia de Jesucristo representada aún en el vasto esquema de planetas y estrellas, y el papel de éste en los tres grandes eventos del Plan de Salvación: la Creación, la Caída, y la Expiación. El Elder Bruce R. McConkie, del Quórum de los Doce Apóstoles, testificó que Jesucristo es la figura central de estos episodios importantes en la historia de la salvación:
"Estos tres divinos acontecimientos - los tres pilares de la eternidad - están inseparablemente entrelazados en un gran tapiz conocido como el Eterno Plan de Salvación. Vemos a la expiación de Cristo como el centro mismo, el corazón de la religión revelada. Esta lleva a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre. La Salvación está en Cristo."
UN ANTIGUO TEXTO RESTAURADO
El Libro de Abraham es asombroso en parte debido a la forma milagrosa en la que llegó a nosotros. Esta historia, narrada brevemente, nos permite ver como el Señor trabaja dentro del amplio campo de la historia para llevar a cabo sus propósitos.
El libro de Abraham en sí nos cuenta que su texto original es un relato escrito en primera persona por el gran patriarca. No podemos decir a cuantas personas les era conocido su contenido o el tema que narra, pero comprendemos que la información en éste fue "escondida del conocimiento del hombre por...cuatro mil años."
En el año de 1799 se originó en el mundo Occidental un intenso interés por el antiguo Egipto cuando cerca de Alejandría, Egipto, se encontró la Piedra de Rosetta. La piedra, hecha de basalto negro, fue hallada por un oficial del cuerpo de ingenieros de Napoleón. Tenía inscripciones en tres lenguas antiguas: en jeroglíficos egipcios, en demótico (una escritura simplificada que siguió a los jeroglíficos), y en griego. Entre los lingüistas europeos que empezaron a descifrar estas inscripciones se encontraba el joven estudioso francés Jean François Champollion. El lenguaje escrito de los antiguos egipcios, los jeroglíficos, habían sido por muchos siglos un misterio para los estudiosos. Al trabajar con las pistas halladas en la última inscripción en la Piedra de Rosetta, la cual estaba en griego, Champollion pudo finalmente ser capaz de descifrar las otras dos inscripciones. En 1822 él publicó los resultados de su trabajo y así nació la ciencia de la egiptología, permitiendo a los estudiosos empezar a leer los más antiguos textos de Egipto.
Estos descubrimientos que envuelven a la Piedra de Rosetta y a Champollion contribuyeron a la aparición del libro de Abraham de una manera significativa. Como lo manifestó un escritor, durante los primeros años del siglo XIX "el interés mundial en cuanto a las antigüedades egipcias se convirtió en una apabullante llama. Egipto fue de pronto cubierto por expedicionarios científicos, aventureros, soldados caza fortunas, y ladrones de catacumbas y cementerios antiguos." Dentro de esta atmósfera entró Antonio Lebolo, un excavador italiano de antigüedades egipcias.
De acuerdo con el relato de Oliverio Cowdery, escrito en 1835, Lebolo y su cuerpo de trabajadores habían descubierto varias momias en una de las catacumbas cerca al lugar en donde una vez se erigió la renombrada ciudad egipcia de Tebas. Luego de la muerte de Lebolo estas momias, dos rollos de papiro, y algunos fragmentos de otros papiros que habían sido colocados en uno de los sarcófagos se enviaron a la ciudad de Nueva York y luego pasaron a manos de Michael Chandler. Se le dijo a éste que nadie podía traducir las inscripciones en los papiros, sin embargo, él escuchó de cierto hombre, llamado José Smith, que decía poseer alguna clase de poder especial que le permitía traducir escritos antiguos. El nombre del Profeta parecía seguirlo en los varios lugares en donde Chandler se detenía para presentar a las momias de Egipto. En 1835 Chandler finalmente hizo contacto con el Profeta José Smith en Kirtland, Ohio, En la historia del Profeta encontremos una anotación del 3 de Julio de 1835 que dice:
"El 3 de Julio Michael H. Chandler vino a Kirtland para exhibir algunas momias egipcias. Habían cuatro figuras humanas, junto con dos o más rollos de papiro cubiertos de figuras jeroglíficas y algunos artefactos. Cuando se le dijo al Sr. Chandler que yo podía traducirlos me trajo algunos de los caracteres y le di la interpretación."
Entonces el Profeta José Smith se sintió inspirado a reunir dinero a fin de comprar las momias al Sr. Chandler, junto con los papiros que las acompañaban, aunque él no sabía exactamente lo que los escritos revelarían. Los Santos de Kirtland contribuyeron con fondos para la compra. El precio fue de $2,400 - una suma nada inconsecuente considerando que el templo estaba en construcción - pero la fe de los miembros que conocían al Profeta y su obra los inspiró a darle su ayuda.
Luego de la compra, el Profeta empezó a traducir algunos papiros con la ayuda de W. W. Phelps y Oliverio Cowdery. (Después se llamaría a Warren Parish como escriba.) Esto es lo que registró el Profeta en su historia personal: "Con W. W. Phelps y Oliverio Cowdery como escribas, empecé la traducción de algunos de los caracteres o jeroglíficos, y para nuestro gran gozo hallamos que uno de los rollos contenía los escritos de Abraham, otro los escritos de José de Egipto, Etc., de los cuales aparecerá un relato más detallado en este lugar, mientras continúe examinando o desplegándolos. En verdad podemos decir que el Señor esta empezando a revelar una abundancia de paz y verdad."
No hay duda de que el Profeta José Smith atribuyó la manera en la que estos escritos llegaron a él como resultado de la intercesión divina. El testimonio de W. W. Phelps no es menos cierto: "Dios había ordenado que estas momias y los escritos llegasen a la Iglesia." Esto ocurrió solo después que el Señor había preparado a Su Iglesia y al mundo para recibir el libro de Abraham. El resucitado espíritu de excitación en cuanto a los antiguos escritos Egipcios en el siglo XIX, que llevó al descubrimiento de la Piedra de Rosetta y al trabajo de Champollion, fue un paso en tal preparación. Hablando de la forma en la que el Señor ha guiado los descubrimientos y logros de la familia humana para llevar a cabo sus propósitos, el Presidente Joseph Fielding Smith dijo:
"No se ha dado nunca un paso desde ese día [los tiempos antiguos] hasta hoy, en cuanto a descubrimientos o invenciones, en dónde el Espíritu del Señor ...no haya sido la fuerza prevaleciente, reposando sobre los individuos, lo cual ocasionó que éstos descubrieran o inventaran cosas...El Señor no siempre usó a aquellos que tienen fe en él, ni lo hará ahora. El utiliza aquellas mentes que son guiables y que pueden ser dirigidas en ciertas direcciones para cumplir Su obra, sea que ellas crean en Él o no...
Ahora, ¿pensaís vosotros que estos descubrimientos e invenciones... se han realizado solo porque estos hombres han estado sentados y meditando en estas cosas las descubrieron, concentrados en sus pensamientos o de manera accidental? Ni en lo más mínimo, sino que el Espíritu del Señor, la Luz de Cristo, ha estado tras esto... Estamos listos para estos descubrimientos, estas invenciones, y todas ellas dan testimonio de la restauración del evangelio y de los preparativos para el tiempo, aún futuro, pero que está cerca, cuando Cristo reinará sobre la tierra, y se establezca la paz por mil años."
De esta manera el asombroso Libro de Abraham fue traído a la luz de una manera maravillosa, a fin de ayudarnos a prepararnos para la Segunda Venida del Salvador.
EL CONVENIO DE ABRAHAM
El contenido del libro de Abraham inmediatamente nos presenta nuevas luces e información que no se hallan en ningún otro volumen de escritura. Empieza con el registro en primera persona del Patriarca acerca de los acontecimientos que llevaron al establecimiento de una especial relación contractual entre él mismo y Jehová, el Cristo premortal. Algunas veces llamada el Convenio de Abraham, esta promesa entre ambos participantes era realmente el antiguo convenio evangélico que fue revelado primeramente a Adán (véase Moisés 5:4-9, 14-15, 58-59, reconfirmada con otros patriarcas antidiluvianos (véase Moisés 8:16), y restablecida con Abraham y su posteridad (véase Abr. 2:9-11).
Aprendemos que las dos grandes acciones que ocasionaron el establecimiento del convenio con Abraham fueron su activa búsqueda por éste (ver Abr. 1:2) y su fidelidad al encarar la apostasía que lerodeaba, aún cuando sacerdotes inicuos trataron de quitarle la vida sobre un altar pagano (véase Abr. 1:5-15). Como resultado del dramático rescate por la mano del Señor (véase Abr. 1:15-16, 20), se le enseñó muy bien a confiar en Dios. Pero en lo que habría de ser una de las supremas ironías y contradicciones de la historia, a este fiel patriarca más adelante se le mandó ofrecer a su propio hijo sobre un altar (Gen. 22:1-9) por el mismo Dios que había rescatado a Abraham años antes. Esta temprana prueba sobre el altar del Faraón, registrada en el capítulo 1 del registro personal de Abraham, y que no se encuentra en ninguna otra parte, nos ayuda a apreciar plenamente el significado de su prueba posterior: el mandato de sacrificar a Isaac. Podemos entender mejor lo que Abraham debió haber estado pensando y sintiendo cuando se dirigía al monte Moríah, puesto que la información dada en Abraham 1 ayuda a dar un completo significado a Génesis 22.
Ambas pruebas Abrahámicas tenían que ver con vidas inocentes, ambas eran contradictorias en extremo, ambas involucraron un dramático rescate por parte del Jesucristo premortal o su agente angelical, y ambas enseñan algo sobre la doctrina de la misericordia. Con seguridad estas dos pruebas mostraron a Abraham lo que muy pocas personas podrían entender tan bien: el significado del sacrificio expiatorio del Misericordioso y lo que le costó a Dios el Padre dar a su Unigénito como ofrenda. Cuan agradecidos debemos estar aún por solo el capítulo 1 de Abraham, un capítulo que nos ayuda a apreciar la naturaleza de las pruebas Abrahámicas y nos enseña que aunque los justos enfrentarán muchas pruebas y contradicciones, cada una de éstas traerá sus propias y especiales instrucciones, premios y bendiciones.
Abraham 1 se convierte en un texto de escritura muy centrado en Cristo cuando es visto en contexto con la vida entera de Abraham. El Libro De Mormón declara que el sacrificio de Isaac por medio de Abraham era "una semejanza de Dios y de su Hijo Unigénito." (Jacob 4:5). La experiencia con Isaac indudablemente ayudó a Abraham a ver la crucifixión desde la perspectiva del Padre. (Tal vez esta sea la razón por la que Hebreos 11:17 se refiere a Isaac como "el unigénito" de Abraham, aún cuando Abraham ya había sido padre de Ismael.) Cuan significativa, sin embargo, fue la primera experiencia de Abraham con los sacrificios humanos para el entendimiento de la expiación, tal como esta registrada en Abraham 1, porque este horrible episodio colocó a Abraham en un papel o posición semejante a la del Hijo. Pocos mortales, si existe alguno, podría estar así preparado para comprender el sacrificio expiatorio desde ambas perspectivas: la del Padre y la del Hijo.
El restablecimiento del antiguo convenio evangélico también requirió de Abraham el cumplimiento de ciertas obligaciones especiales como parte de la promesa - convenio entre ambos participantes. El Libro de Abraham enseña más claramente que ningún otro libro que tengamos que el convenio Abrahámico - el antiguo convenio evangélico - era en realidad el de hacer obra misional. Por su parte, Abraham estaba de acuerdo con enseñar el evangelio a su posteridad y a sus vecinos. Este fue una parte del convenio desde el principio: "Cual fue con Noé, tal será contigo; pero mediante tu ministerio se conocerá mi nombre en la tierra para siempre, porque yo soy tu Dios." (Abr. 1:19).
Debido a que Abraham aceptó predicar el evangelio y administrar las ordenanzas salvadoras a través del poder de su sacerdocio, el Señor le dijo a Abraham que él sería una gran bendición para su posteridad, y que ellos, en cambio, "llev[arían] este ministerio y Sacerdocio a todas las naciones." (Abr. 2:9). Sabemos que Abraham fue fiel y veraz a su promesa de obra misional, pues al hablar de la migración a la tierra de Canaan, menciona que salió con los "bienes que habíamos reunido, y las almas que habíamos ganado en Harán" (Abr. 2:15; énfasis agregado).
La parte del Señor del convenio - la cual Jehová prometió a Abraham - es ampliamente recapitulada en el capítulo 2 del libro de Abraham. Hay promesas de posesiones (véase Abr. 2:6), posteridad (véase Abr. 2:9; 3:14), sacerdocio (véase Abr. 1:18; 2:11), salvación (véase Abr. 2:10), y la preservación de registros (véase Abr. 1:31).
Lo más importante que hay que recordar en todas las facetas de este convenio es que está centrado en Jesucristo. El Profeta José Smith escribió:
"Se podrá notar que, de acuerdo con Pablo, (véase Gal. iii:8) que el evangelio fue predicado a Abraham... Nuestros amigos podrán decir, tal vez, que nunca existieron ordenanzas con excepción de los sacrificios ofrecidos antes de la venida de Cristo, y que no podía ser posible [que] el Evangelio haya sido administrado en tanto que la ley de sacrificio por sangre estuviese en vigor. Pero leemos que Abraham ofreció sacrificios, y a pesar de esto, se le predicó el evangelio. Que las ofrendas de sacrificio eran solo para enfocar la mente en Cristo lo inferimos de estas palabras de Jesús a los Judíos: 'Vuestro padre Abraham se regocijó de ver mi día, y lo vio, y se gozó' (Juan viii:56)....Se nos dice otra vez en Gal. iii:19, que la Ley (de Moisés, o la Ley Levítica) fue 'agregada' a causa de transgresión. Por lo que preguntamos: ¿Sobre que fue agregada la ley, si no lo fue al evangelio? Debe ser claro que fue agregado al evangelio, debido a que sabemos que se predicó el evangelio a ellos. De estos pocos hechos concluimos que cuando fuese que el Señor se reveló al hombre en tiempos antiguos se le ordenó ofrecer sacrificios a Él, para que al hacerlo ellos puedan esperar anhelosamente con fe el tiempo de su venida, y apoyarse en el poder de esa expiación para la remisión de sus pecados."
JESUCRISTO Y EL UNIVERSO
Como parte del derecho del sacerdocio, a Abraham se le dieron registros patriarcales especiales para que los preserve. Estos anales contenían "el conocimiento del principio de la creación, y también de los planetas y de las estrellas, tal como se dio a conocer a los patriarcas." (Abr. 1:31)
Abraham incluyó en su registro información sobre la Creación de la tierra y la estructura del universo. Algo de ésta indudablemente vino de los textos patriarcales que estaban a su cargo, los cuales él dijo que intentaría transmitir. Sin embargo, la importante información sobre el sol, la luna y las estrellas se obtuvo a través del Urim y Tumim, herramientas de revelación que fueron dadas a Abraham cuando todavía residía en Ur. También se le reveló un conocimiento de la más grande esfera de gobierno del universo infinito denominada Kólob (véase Abr. 3:3-4), una contribución única en toda la escritura. Tan fascinante como este conocimiento de astronomía pueda parecer, el punto más importante aquí es el por qué fue dada la información. La revelación le enseñó a Abraham (y de igual manera a todo el que leyese su registro) la grandeza de Jesucristo, la grandiosa y preeminente posición del Unigénito referente a todos los otros seres y objetos en el vasto reino del Padre. Al explicarle a Abraham la verdadera grandeza divina de algo que podría cautivar la mente de cualquier mortal en una noche clara - las estrellas de la creación - Dios podía seguir enseñandole el significado aún mayor de lo que cualquiera que medite sobre los cielos pueda considerar: el rol del Señor de la creación.
Abraham aprendió que así como un planeta o estrella es más grande que otro a medida que se acerca a Kólob - al gran gobernante (Abr. 3:9) - de la misma forma un espíritu es más grande que otro a medida que se acerca a Jesucristo: el Gran Gobernante (Abr. 3:19-24). Una cuidadosa comparación de las características de Kólob con las de Jesucristo demuestra que Kólob era, y es, un profundo Símbolo del Salvador. Damos algunos ejemplos: Así como Kólob es "la mayor" (Abr. 3.3), así Jesucristo es el Mayor, "el Gran YO SOY" (D&C 29:1). Así como Kólob es "la primera creación" (facsímil 2, fig. 1) de la misma forma Jesucristo es la primera creación, "el Primogénito" (D&C 93:21) de las más importantes creaciones del Padre: sus hijos.
Así como Kólob es la fuente de luz para otras estrellas y planetas (véase el facsímil 2, fig. 5), Jesucristo es la fuente de luz para la inmensidad del espacio, incluyendo el sol, la luna y las estrellas (D&C 88:5-13). En verdad el libro de Abraham es un registro destacable, preservando un testimonio único de Jesucristo descrito en el diseño del universo físico, y dando énfasis otra vez de que todas las cosas testifican del Salvador (véase Moisés 6:63).
Iluminado y fortalecido por este sobresaliente conocimiento, Abraham estaba mejor preparado (como lo estamos nosotros) para comprender la más especial, ennoblecedora e importante verdad asociada con la existencia misma. Esa verdad es la razón de la creación de los cielos y la tierra, la colocación de la vida sobre ésta, y el papel de Jesucristo en este gran esquema.
JESUCRISTO Y EL PLAN ETERNO
Abraham aprendió que todos los eventos centrales el plan de salvación se realizan de acuerdo a un modelo divino. Al ser llevado en el tiempo de una manera muy personal a nuestro estado de existencia premortal (véase Abr. 3:23), se le mostró el papel de Jesucristo en los preparativos preterrenales del Padre, y aprendió que el Salvador era, en verdad, "un Dios antes que naciese en este mundo." Abraham escribió acerca del rol de liderazgo que Jesucristo tuvo en la Creación:
"Y había entre ellos Uno semejante a Dios, y dijo a lo que se hallaban con él: Descenderemos, pues hay espacio allá, y tomaremos de estos materiales, y haremos una tierra sobre la cual éstos puedan morar" (Abr. 3:24).
A Abraham se le mostró la naturaleza eterna del plan de salvación y se le enseñó que la tierra fue creada como un terreno de aprendizaje y probación "en todas las cosas" (Abr. 3:25), y aprendió que se reservan galardones eternos (" y se añadirá gloria sobre sus cabezas para siempre jamás") para aquellos que permanecieran fieles al plan del Padre (Abr. 3:26). Es en este punto en el que el registro de Abraham realiza otra singular contribución a nuestro entendimiento sobre la premortalidad, al aclarar lo que de otra manera sería una oscura frase que se halla en el Nuevo Testamento. Únicamente Abraham y Judas hablan de nuestra condición premortal como nuestro "primer estado." (Judas 1:6; Abr. 3:26).
En ese único versículo Judas habla de ciertos ángeles que no guardaron su "primer estado" y así abandonaron su "propia habitación". Pero solo por Abraham aprendemos que esos ángeles eran de hecho hijos espirituales en la presencia de Dios, que la habitación que abandonaron era la misma presencia de Dios, que se alejaron porque escogieron seguir a Satanás en vez de a Dios y Jesucristo, y que en este "primer estado" los hijos de Dios vivieron como entidades independientes, ejerciendo su albedrío moral en la presencia del Padre. Si no fuese por el libro de Abraham se hubiese perdido mucho de nuestro entendimiento básico sobre la estructura, sociabilidad, e historia de nuestra existencia premortal. Sólo el asombroso registro de Abraham habla del período probatorio de la mortalidad como el "segundo estado", dado como una investidura a aquellos que guardaron su primer estado (Abr. 3:26).
La piedra angular del plan de salvación del Padre es la Expiación, y la piedra angular de la Expiación fue la elección del Hijo antes de la vida mortal para ser el ejecutor, aquel que pusiese en operación todos los términos y condiciones del plan; aquel que sería nuestro Salvador. De acuerdo al libro de Abraham, la elección del Salvador fue el primer evento de importancia a fin de llevar a cabo el plan del Padre:
"Y el Señor dijo: ¿A quién enviaré? Y respondió uno semejante al Hijo del Hombre: Heme aquí; envíame. Y otro contestó, y dijo: Heme aquí; envíame a mí. Y el Señor dijo: Enviaré al primero" (Abr. 3:27).
El Profeta José Smith enseñó que "todos estuvimos presentes en la primera organización en los cielos, y vimos la elección y el apartamiento del Salvador y la elaboración del plan de salvación, y lo aprobamos." El registro de Abraham es la escritura más temprana que poseemos de esta verdad esencial.
En el libro de Abraham tenemos expresiones claras de los esfuerzos creativos de los Dioses al organizar y formar los cielos y la tierra (véase Abr. 4:1). Tal lenguaje asume la existencia de materiales antes que la creación de esta tierra empezara, y corrobora las aseveraciones previas en Abraham 3:24: "tomaremos de estos materiales y haremos una tierra" (énfasis agregado). La doctrina de la creación que nos enseña Abraham se opone a la noción de una creación ex nihilo (literalmente, creación "de la nada"). También encaja perfectamente con el verbo original hebreo bara', usado en la Biblia Hebrea en el relato de la Creación. Este término hebreo y sus semejantes semitas literalmente significan formar, dar forma, remodelar material ya existente. En conexión con esto el Profeta José Smith enseñó:
"Preguntad a los eruditos y doctores por qué dicen que el mundo fue hecho de la nada, y ellos responderán: '¿No dice la Biblia que Dios creó el mundo?' Y ellos infieren que la palabra crear debe significar hacer algo de la nada. Ahora, la palabra crear viene de la palabra [hebrea] baurau la cual no significa crear algo de la nada; ésta significa organizar; al igual que un hombre organizaría materiales y construiría un barco."
El libro de Abraham hace otra contribución única a nuestro entendimiento al explicar la locación física de la tierra en el universo al momento en el que esta esfera fue creada, antes que las acciones de Adán y Eva ocasionaran la Caída. En el siguiente versículo nótese la referencias en cuanto al tiempo:
"Pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque en la ocasión en que de él comieres, de seguro morirás. Ahora bien, yo, Abraham, vi que era según el tiempo de Kólob; porque hasta entonces los Dioses aún no le habían señalado a Adán su manera de calcular el tiempo" (Abr. 5:13).
El Presidente Joseph Fielding Smith señaló que en este versículo el Señor "reveló a Abraham que Adán estaba sujeto a Kólob antes de su transgresión." De acuerdo con Brigham Young, Abraham 5:13 también significa que antes de la Caída de Adán la tierra estaba cerca del mismo trono de Dios; pero cuando ocurrió la Caída la tierra literalmente fue removida de la presencia física de Dios a su presente posición en nuestro sistema solar. Cuando sean vencidos todos los efectos de la Caída de Adán la tierra volverá literalmente a la presencia de Dios. Aquí las palabras del Presidente Young:
"Cuando la tierra fue formada y traída a la existencia y el hombre fue colocado sobre su faz, ésta se encontraba cerca del trono de nuestro Padre Celestial....Pero cuando el hombre cayó, la tierra cayó en el espacio, y tomo su habitación en nuestro sistema planetario....Esta es la gloria de donde vino la tierra, y cuando sea glorificada volverá otra vez a la presencia del Padre, y habitará allí, y esos seres inteligentes que estoy buscando, si viven dignos de ello, vivirán sobre esta tierra."
El poder por medio del cual son vencidos los efectos de la Caída de Adán en todas las cosas creadas, incluyendo la tierra, es la Expiación de Jesucristo (véase D&C 76:40-43; Moisés 7:48-62).
PROMESAS PARA NUESTROS DÍAS
Tenemos razón para creer que el libro de Abraham fue originalmente un registro más extenso. Se decía que cuando estuviese completo, el texto del libro sería más amplio; Oliverio Cowdery habló de volúmenes que serían necesarios para contenerlo. Pero al terminar el quinto capítulo, el libro parece terminar abruptamente, y luego de la presentación de tan poderosas enseñanzas y tan asombrosos puntos en tan pequeño espacio, se nos deja hambrientos de más.
Un estudioso ha escrito que de no haber sido tan turbulentos los últimos 16 meses de la vida de José Smith, él gustosamente nos hubiese dado más, como lo prometió. Sin embargo, todo aquel que lea lo que tenemos con una oración en el corazón, el ojo de la fe, y una mente clara, estará eternamente agradecido por este libro tan asombroso.
Aunque sus principales personajes son gente de la antigüedad, el libro de Abraham es totalmente relevante para nuestros tiempos, mostrándonos que la esperanza en la eternidad que ahora poseemos deriva del poder del sacerdocio, centrado en la plenitud del evangelio de Cristo, y fue también el mismo fundamento en el cual los antiguos patriarcas y matriarcas fundaron sus vidas. Abraham dijo: "por tanto, la eternidad fue nuestra protección y nuestra roca y salvación, mientras viajábamos de Harán por el camino de Jersón hacia la tierra de Canaán" (Abr. 2:16).
Sabemos que muchos Santos de la antigüedad tuvieron éxito en su búsqueda de la eternidad. Abraham, Isaac, y Jacob, por ejemplo, "han entrado en su exaltación, de acuerdo a las promesas, y se sientan sobre tronos, y no son ángeles, sino dioses" (D&C 132:37).
¿Están en vigor las mismas promesas que se les dio a Abraham, Sara, y a su posteridad? Sí, ¡y se aplican a nosotros!
"Esta promesa es para ti también, pues eres de Abraham, y a él se la hizo la promesa... Por tanto, ve, y haz las obras de Abraham; entra en mi ley y serás salvo" (D&C 132:31-32).
Andrew Skinner es profesor asociado de escritura antigua en la Universidad de Brigham Young.
Notas:
1. Bruce R. McConkie, A New Witness for the Articles of Faith (1985), 81.
2. Wilford Woodruff, Wilford Woodruff’s Journal, ed. Scott G. Kenney, 9 vols. (1983), 2:155.
3. See Elizabeth Payne, The Pharaohs of Ancient Egypt (1964), 3–19.
4. Jay M. Todd, The Saga of the Book of Abraham (1969), 10.
5. History of the Church, 2:348. See also Saga of the Book of Abraham, 28–31.
6. History of the Church, 2:348–51 contains Oliver Cowdery’s account of Michael Chandler’s inheritance. Some of the particulars are apparently inaccurate, such as Chandler’s actual relationship to Lebolo. However, that Chandler ended up with Lebolo’s 11 mummies seems beyond doubt. See H. Donl Peterson, The Story of the Book of Abraham (1995), 82–89.
7. See the abbreviated, but very helpful, summary in H. Donl Peterson, “The History and Significance of the Book of Abraham,” in Studies in Scripture, Volume 2, The Pearl of Great Price, Robert L. Millet and Kent P. Jackson, eds. (1985), 161–62.
8. History of the Church, 2:235.
9. “The History and Significance of the Book of Abraham,” 162.
10. History of the Church, 2:236.
11. Improvement Era, Aug. 1942, 529.
12. Joseph Fielding Smith, Doctrines of Salvation, 3 vols., comp. Bruce R. McConkie (1954–56), 1:178, 180–81; emphasis in original.
13. Joseph Smith, Teachings of the Prophet Joseph Smith, sel. Joseph Fielding Smith (1976), 60–61; emphasis added.
14. Joseph Fielding Smith, Doctrines of Salvation, 1:32.
15. Teachings, 181.
16. It will be remembered that the doctrinal insights in the Book of Moses have come to us in edited form from the hand of the later lawgiver and prophet, Moses.
17. See Francis Brown, S. R. Driver, Charles A. Briggs, Hebrew and English Lexicon of the Old Testament (1976), 135.
18. Teachings, 350; emphasis in original.
19. Doctrines of Salvation, 1:79; emphasis in original.
20. Journal of Discourses, 17:143.
21. “The History and Significance of the Book of Abraham,” 174.
22. H. Donl Peterson, in “The History and Significance of the Book of Abraham,” 174.
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